A ver, ¿a quién de aquí no se le han quedado unos plátanos pochos en el frutero? Que luego no hay quien se los coma.
Aunque tengo que decir que esos chuchurríos eran los favoritos de mi abuelo, anda que si me hubiese visto usarlos para otra cosa que para dárselos a él.
Así que cuando me pasa eso tengo dos opciones, hacerlos trocitos y congelarlos para luego triturarlos en el robot de cocina y hacer helado (cosa que me encanta, todo hay que decirlo) o hacer banana bread sin gluten.
Y tenía yo el día de banana bread.
Pero normalmente prefiero lo del helado, para qué os voy a engañar 🙂
NECESITAMOS (para un molde de 1 litro)
250 gramos de harina sin gluten, de los cuales:
- 150 gramos de harina de trigo sarraceno
- 75 gramos de harina de arroz
- 25 gramos de almidón de yuca
3 plátanos muy maduros
2 huevos
50 gramos de azúcar moreno
50 gramos de mantequilla a temperatura ambiente
Un yogur natural
Un puñado de nueces
Media cucharadita de sal
Un sobre de levadura química sin gluten
CÓMO SE HACE
Antes de empezar tengo que advertiros de que tiendo a utilizar poco azúcar, si le pongo más ya no me sabe a nada. Solo a azúcar. De todos modos la cantidad de azúcar también va a depender del dulzor de los plátanos, que puede que estén muy maduros y no sepan a nada.
Empezamos encendiendo el horno a 180ºC.
Pelamos los plátanos y los trituramos con el yogur hasta hacer una pasta. ¡Ah, claro! No os había dicho que me da muchísima grima encontrarme trozos indeterminados de cosas en los pasteles, así que como os podéis imaginar tengo vetados los yogures con trozos en casa. Por eso trituro los plátanos, además queda una textura muy interesante.
En un bol ponemos la harina con la levadura química y la sal, picamos las nueces y ya lo tenemos todo preparado.
Veamos, tenemos que mezclar la mantequilla con el azúcar. Pero no vale derretir la mantequilla, tiene que estar blandita. Entonces echamos los huevos y la pasta que hemos hecho con el plátano y batimos todo muy bien.
Entonces vamos incorporando la mezcla de harinas hasta tener una mezcla homogénea y añadimos las nueces picadas.
Vertemos todo en el molde, que, si os soy sincera, era de esos desechables de aluminio, y horneamos durante unos 40 minutos o hasta que cuando pinchemos el centro del bizcocho con un palito éste salga limpio.
Y nada más, dejamos enfriar sobre una rejilla y cuando esté lo suficientemente templado nos lo podemos comer.
O regalar.
O congelar, que tampoco hay que comérselo de una sentada 🙂
Anaïs